En una noche lúgubre y sombría
a la orilla del mar estaba a solas,
en silencio oía el vaivén de las olas
que arrullaba el dolor del alma mía.
Un instante la noche se hizo día:
en medio de luminosas aureolas,
con esplendor de rojas amapolas,
tu bella y sublime imagen yo veía.
Al despertar de mi fugaz ensueño,
procuré besar tus rojos corales
antes de desvanecerse tu encanto.
Aunque lo intenté con todo mi empeño,
tú te esfumaste entre auroras boreales
y me dejaste a solas con mi llanto.
Suspiros y sueños de amor