Dicen que la distancia es el olvido,
pero en nuestro caso dista mucho de ser así;
para nosotros la distancia es el recuerdo enardecido.
Créeme, mi cielo, cuando te lo digo; no es baladí.
La distancia que nos separa es el más poderoso elixir,
pues incrementa sustancialmente el deseo
ante la promesa de un próximo encuentro;
volver a vernos será como volver a vivir.
La distancia, aunque dolorosa,
también puede ser tierna y jugosa.
Es como una planta feraz que, si la riegas,
siempre te entrega frutas serondas.
La espera azuza los deseos
tanto como aguijonea la imaginación,
así que piensa, amor, en el deleite de nuestros besos
cuando por fin mordamos el fruto de nuestra pasión.
La lluvia limpiará las calles,
el sol quemará los campos de trigo
–vastas extensiones de amarillo–,
el viento acariciará las hojas de los abedules
–ondulando la helicoidal del zarcillo–
y yo, mientras tanto, descansaré sobre tu ombligo,
en una espera esperanzada de ilusiones.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.