Se acerca con prisas,
no se detiene,
de soslayo
y brevemente,
chocan las miradas,
un breve instante
insanamente largo,
un miliparpadeo
donde cabe
un océano,
y ella,
y yo.
Pero no se detiene,
se va escurriendo
hacia la nada,
llevándose
su cuerpo y su mirada,
quebrantando
mi salud
se va,
y el océano
se seca,
como una inerme
gota frente al sol.
Adiós,
le digo a su espalda,
a ella,
la que no se detiene,
la que vuela
con prisa,
la que se lleva
prendida
en la sonrisa,
un pedazo de mi calma.
Eduardo A. Bello Martínez
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