Bujaban las correntadas
de aire en la noche joven y desolada,
se perdían en el ruido de los enormes
árboles de los patios vecinos,
el frío invadía las voces
que callaron sus amigos
desde que se dieron cuenta que ella estaba ebria.
Silbaban los techos mal clavados
en las vigas,
dándole un clac mortuorio a los nervios.
Una canción se escuchaba a lo lejos,
no se podía distinguir con claridad
era más bien una masa amorfa
que se perdía en las paredes gruesas
del cuarto donde la metió
con mentiras y susurros
que ella nunca escuchó.
La dejó tendida sobre la cama,
duró tres minutos su precoz
excitación,
el delito que mañana
hablarán los diarios
en primera plana.