Mi testuz me retumba y mi pluma llora,
no encuentro las preguntas, ni los porqués,
solo mi cama gira junto conmigo, la noche
ya es nuestro tejado, solitario y extenso,
distante e incierto y mi cama fría
como la quimera de tus besos.
Los grillos entonan sus cánticos,
al mismo ritmo que palpita mi pecho,
enfatizando con prolífico brío, un te extraño...
Otra melodía empieza a resonar junto al fragor
de tus recuerdos y mi pluma va tropezando
con las palabras, como hojas marchitas en
otoño va revisando con caución alguna
que pueda descifrarte.
Pero este invierno se va llevando todo...
mi noche y los grillos siguen agregando
ritmo a mi indecisión, mi pluma empieza
a sangrar sobre una hoja inerte, abrazando
a cada línea infinita y precoz.
La noche advierte su limítrofe óbito, y el
compás resuena su trova a la inversa, es hora
de soltar... Porque el invierno se va llevando todo,
y es porque todo eres tú, quien me quema,
quien me oprime, quien me quiere
y aún así me aleja.