Como aquella sombra que acompaña mis pasos;
así el recuerdo extasiante de cada uno de sus besos
revive en mi ánima con cada alba y cada ocaso,
ocultándose a mis espaldas cuando evocar anhelo
y presentándose ante mi cuando relego su recuerdo.
Resignado a tenerla lejos mis sueños murieron,
enterrando mis deseos en el frívolo firmamento;
pero ni siquiera las estrellas calmaron mi lamento,
pues su luz, dibujaban su rostro eternificando su faz
iluminando mi caminar y difuminando mi penar.
El palpitar de aquel viejo reloj fue testigo fiel,
de innumerables suspiros que ante mi soledad escaparon,
perdiéndose con el eco de aquel cruel susurro,
que retumba en mi ingenuo y ciego corazón;
quien atormentado por aquel amor que siempre fue solitario;
sumiso ansiaba alcanzar aquel tan preciado destello;
cuyo fulgor y orgullo serian atenuados por un gran frío;
quien acompaño sus pasos antes de nacer mi esencia,
ganando la batalla; pues en su corazón aun reinaba.
Una batalla en la cual mis armas fueron doblegadas,
por su pasado que aun retornaba hasta su presente,
por mi angustia de perderla y hasta por mi soñar;
dejándome siempre fuera y sin el amor de mi sombra perenne.