Ya no tengo fuerzas para nada, la culpa me ha quemado y me quema por dentro. Soy un monstruo, soy menos que un fantasma, ya no soy ni recuerdo. Me volví tan difuso que no puedo observarme al espejo sin encontrarme con alguien que detesto. Si, me odio, odio todo lo que soy, y lastimosamente, soy todo lo que odio. Ya todas mis palabras están rotas, todas las promesas han muerto entre mis manos. Yo soy el culpable de nuestra muerte. Te prometí que te cuidaría, prometí que jamás te perdería, y aquí estoy, desesperado, solo y destrozado implorandole a mis recuerdos para que no olviden como se sentían tus dedos jugando con mi pelo o como era el timbre de tu voz cuando pronunciabas mi nombre.
Daría todo por tomar cada una de tus lágrimas y transformarlas en sonrisas que nazcan en tu rostro. Quiero llorar tus lágrimas por ti. Ya todas mis sonrisas están muertas, todas mis miradas están rotas, y cada rincón de mi interior está podrido. Vomito lamentos en cada lugar donde te recuerdo, a la manera de un viejo que recorre el mundo con nostalgia, a la manera de un poeta que camina en busca de su musa.
Maldigo cada segundo de mi existencia. Maldigo cada lágrima caída por mi culpa. Ya no puedo ocultar mi dolor, mis heridas sangran como nunca, ya no puedo evitar el llanto. Todo mi cuerpo tiembla de pena, todas mis párticulas mueren de tristeza. Por favor, toma mi corazón, desgarralo, destrozalo, pisalo, golpealo. Solo quiero morir. Apuñalame el alma. Apuñala lo poco que queda de mí. Apuñala el cadáver de lo que fui. Volveré a existir, volveré a ser la persona que era antes de que el destino me corrompiera.
Y no estarás para verlo.