“Que no seas aunque creas que eres,/ que tu soledad no haga nada y esté activa./ Que pienses que vives y en verdad mueres,/ que algo que murió en ti… viva”.
Vi un ave posándose en un cercano nido
y percibí que de esperanza quiso vestirse.
Fue como el amor que se vistió de olvido
y sus alas solamente le sirvieron para irse.
Noté que se alejaban sueños antes míos
y el ave que cantaba ya no queríacantar.
Me encontré ríos arrepentidos de ser ríos
y un mar sin olas, arrepentido de ser mar.
Elevé la vista al cielo y no había una luna
ni había estrellas ni nubes ni era un cielo.
Presentí a una humanidad sin hambruna
y vi apagarse todas las luces de un anhelo.
Cerré los ojos para imaginarme a un ciego
y a veces abriéndolos, veía menos que él.
Algún político que del pueblo, oía su ruego
y un tren que avanzaba ya sin tener su riel.
Pude ver a la elegancia abrazar a la riqueza,
el mal vestido y su miseria más felices reían
y logré descubrir una sonrisa en la tristeza
y en el camino me topé con ateos que creían.
Soñé con ángeles en un posible infierno
y un hipotético paraíso con demonios…
El divorcio era para jurarse amor eterno
y la fidelidad no era jurada en matrimonios.
Un año que ya había pasado quería volver
y un segundo ya vivido otra vez se vivía…
Al ave que vi al principio ya la volví a ver,
pero sólo para decirme que nunca volvería.
Escribiendo estaba un poeta a mí parecido
y llamó poemas a sus letras alucinantes…
Hablando de hechos reales no ocurridos,
de un “después” que de pronto fue “antes”.
Si no sabemos mucho de nosotros mismos,
si en verdad no vemos lo que creemos ver;
hechos de la vida serán meros espejismos
y el ave ni una simple esperanza podrá ser.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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