Belleza singular, sublime, inmensa
la que luce la fe del que ha creído:
todo su mundo emana paz,
hay en su rostro una mezcla de fuego y manantiales.
La fe en su pecho ha abrazado sueños,
sueños que no serán nunca defraudados,
puesto que quien inspira los anhelos
es raudo para darles su cuidado.
Por eso más temprano irá volando el ave
por el pecado prisionera, desparramando vida
para anidar por fin gustosamente
en el alma creyente del que todo lo que espera.
Se cumplirá el anhelo más profundo,
brillará por lo alto la promesa
por fin ante los ojos realizada,
y se verá dichoso al fin el hombre,
el hombre y la mujer, que contra el desaliento
decidieron dar un sí rotundo a Aquél
que podía sacarlos de ese abismo.
¡Oh Dios, tú nos rescatas de la desesperanza!
Que vuele, y llegue pronto a nuestras almas
el ave de la dicha y la confianza,
para darnos la vida, el calor, la esperanza,
la transfiguración del mundo en que vivimos.
Danos Señor la dicha consumada,
y haz realidad los sueños que tenemos.