Es esta promulgación
Consecuencia del aderezo ropaje de tu ser,
Que envolvió mi valentía
Y mis ganas de mujer.
Envión de una depravada pasión
Que envolvió mi dejadez.
Me llevaste a ese paradisíaco lugar: universo que se expande hacia el todo, por los senderos bordeados de malvas, por el punto mas intimo de lo sideral, por ese momento exacto en el tiempo adecuado...
-fue una noche principesca. -
He sentido la voz de la mañana en la verdad del viento, observando caer la tarde sobre el mar de tus ansias. Olas que abrazan mis acantilados dulcemente. Mimbre y menta perfuman estos desiertos rocosos, cenicientos. Colinas donde perduraban blancas monotonías en filamentos resignados al silencio, a la soledad. Sol sereno como mantel de lino bordado que hace mella en la cabaña del pastor, así... así, apareciste tu...
Al principio fui mermelada de limón en el interior de ese cristal turquesa de tu guarida, resistiéndome a la libertad que me brindaban tus ojos.
Pero, tu voz al viento... prolongada... murmullo de oraciones...
¡viva voz¡
¿Cómo ensordecer al silbido de palabras lisonjeras?
¿Cómo vencer a las campanillas de tus gemidos esmaltados, a ritmo de soneto y estrellas?
No.
No le gane la guerra a mis secretos: cautelosidad y represión...
Perdí.
Perdí... me entregue al éxtasis de mi agonía, donde el aullar del agua por los barrancos, brindaba con el amor malogrado de aquel inolvidable pasado.
Levante mi copa para mecerte por las ondas de los deseos y vagar hacia tus direcciones, despertando en primavera.
En un suspiro me di al fulgor que a mi vida le dabas.
Hoy, amor –que tanto admiro- ya las nubes no buscan mis parajes para descargar su lluvia gris, si no tu torso mis dedos, mis manos.
¡quiero vivir¡
vivir para amarte...
-soy débil-
Me pierdo en los caminos, linaje de tus vientos.
¡en ti, estoy atenta¡
Crezco y vivo en los castillos del estanque de nuestro lecho.
Eres la esencia de esta vida que acaricias con gotas de flor.
Agua en movimiento, enviando mensajes a este corazon que arde por donde más quema.
La fragancia de unos ojos de aceituna es como el retorno a ese edén olvidado, o tal vez, soñado.
Sí.
¡Si¡ tus ojos pardos, donde columpio mis próximas paradas, las venideras estaciones, mi ilusion, el desenfreno por alcanzar los sueños, y esa valentía que se ha vuelto a encontrar con la mujer. Tus ojos: mis luceros, mis guias, mis te quiero.
¡mis versos más sentidos¡
Arriesgarme al verde profundo de ese mar donde navega tanta inquietud y desasociego.
Quiero faenar en el iris de ese cielo, que es mi calma, perpetuamente pensando en ti. ¡Pase tantos años sin ellos. ¡
Hoy luchare con daga y espada por apropiarme de ellos... de tus ojos.
¡Y tus labios. ¡
¡Ay¡ tus labios... horizonte de tonalidades rojizas; Pasión que me condena hasta el grado de viajar cuanto deseo a esas tierras sin fronteras, brisa que roza los míos en esa zona incandescente donde todo te es permitido.
Labios exhalando murmullos para cumplir con su objetivo, con su misión: besarme.
Mis dedos sumergidos como pájaros aventureros en el bosque de tu pelo negro con caricias rasa y tersa. Por esa espesura invadida de brillo y silencios.
Silencios que es el eco a mi aliento.
Un astro eclipsado en tu cara es el abierto clavel de oro y estrellas que el azul deja en mi almohada, en mis auroras.
Subida a ese pedestal, como hoja mojada y fresca, hallo señales, huellas, marcas o pasos... pero es tanta mi hambre, mi sed... que bebo en el cristal de tus lagunas.
Tierra, montañas, mar y cielo: tu cuerpo.
Yo tu sombra.
Tú mi espejo.
Desiertas alfombras que culminan en noches de encanto.
Placer profundo de organismos.
En tus rocas áridas, soy marea en vilo por la luna.
Yo tu tierra.
Tú mi cielo.
En este viaje de ida busco aposento en la efervescencia de vida, donde humanidad y dulzura es alondra que en su vuelo cura las heridas que traigo en la maleta,
El dolor que vengo derramando.
Posada que con un velo de luz estremecido se apodera de la comunión de mi alma y tu alma.
¡borra de esa urna de hielo esa furtiva imagen que pone barreras a este mar de encajes y plata¡
Te confieso que me siento extranjera en este amor y a la vez prisionera.
¡perdona¡
Perdona por mis ausencias que siempre vuelven cargadas de regresos.
Nunca sospeche que serias mi incomparable amigo, mi compañero de emociones, el cómplice de mis miedos, el confesor de mis desdichas, el amante tierno, el consejero en mi dialogo, el hombre para tan oportuna mujer, el uno del uno... uno.
He respirado tu corazon y ni vergüenza al contemplarte siento, porque una generosa bendición de DIOS y tu cariño bello anida, hoy, en mi alma.
No quiero que te acabes.
Si, empujarte a tus sueños.
Vencer a esos recuerdos.
Desarmar tus pesares.
Cantar en tus mañanas.
Comprenderte.
Liberarte.
Calmar los temporales.
...y sobre mi misma; amarte.
Por siempre amarte...
Antonia ceada acevedo