8:00 a.m.
Colocando un viejo vaquero deshilachado. Le coloco varias gotas de aceite dispersadas.
Camisa de mangas cortas. Está en buenas condiciones. Le arranco por la mitad uno de sus bolsillos. La mancho con un poco de café. Un par de zapatillas, las más viejas que tenía, entre los varios pares que tengo. Busco una taza.
Desayuno un té con galletitas.
9:20 a.m. Salgo. Camino hacia nuestra principal calle céntrica, San Martín. Camino varias cuadras, Algunas personas me observaban... pero yo me había propuesto continuar...
En la vida REAL, estuve creando un personaje: el de mendigo.
Me siento en uno de los bancos de plaza existentes...
Hace mucho calor. Ya han comenzado los días calurosos... hasta el mes de abril o mayo...
Interiormente me sentí inhibido. Pero el PERSONAJE YA HABÍA COMENZADO, y tuve que continuar...
De vez en cuando solicitaba \"una moneda por favor...\". Muchos pasaban completamente indiferentes a mi pedido. No a mi vestimenta... Por algunos me daba la sensación que su mirad era como si me sacasen una foto. Rogaba que no pasase nadie conocido. Tengo amigas y amigos que son muy habitués al centro. Lugar el cual tanto no voy... Durante varias décadas, por motivos de trabajo tenía que transitar, diariamente.
Mi mano extendida con taza. Interiormente, estaba nervioso, pero el personaje debía continuar...
Alrededor de 10:20, comenzaron a caer en taza, monedas... Una extraña sensación... de gozo, de alegría. Me sentí, como Arturo de Córdoba, en Dios se lo pague. Claro que él estuvo totalmente caracterizado, y no yo... Me arriesgué, y la vivencia que pretendí, ya había comenzado...
Lo que muy extraño me sucedió, es que nadie de mis amistades pasasen por allí. Para mí fue un total y absoluto alivio. Me sentí feliz... (con un leve cargo de conciencia...) Pero debí continuar, hasta el final...
Veía que en cierto momento, no eran monedas las que me daban, sino billetes de cinco pesos.
Dentro de poco vence el plazo en que hay que cambiarlos... Pero mucho a mí no me han de durar. Me lo había propuesto desde el principio, y debía llegar hasta el final que pensé.
Eran ya las 11:00. Por suerte febo todavía no había llegado. Sombra absoluta en casi todo el ancho de la calle San Martín...
Me dirigí caminado hasta la plaza del mismo nombre de nuestra principal arteria. Allí discretamente me puse a contar el dinero recibido a mi mendicidad.
Noventa y nueve pesos en total...
Representé un personaje en la calle. Había previsto un final, y hacia él fui...
A dos cuadras de la plaza existe una mujer que vende pequeños canastos, pero aparentemente, sin mucho éxito. Lleva consigo a dos niños de muy corta edad. Siempre que he podido, algo les he entregado, sobre todo de panadería. Hoy, le entregué MI RECAUDACIÓN TOTAL, con el agregado de veinte pesos más, que tenía en mi deshilachado vaquero.
Guardé mi taza en una bolsita que ex profeso llevé.
Me sentí feliz. y en el transcurso de mi regreso a casa, he sentido una emoción tal, que abrí la puerta de calle, con unas lágrimas en mi rostro.
Con la constancia de que antes de entrar, 3 vecinos me saludaron, sin dejar de observar por el aspecto de mendigo tenía...
Autor: Hugo Emilio Ocanto
28-11-2019