FERNANDO NOVALBOS

LETRA PEQUEÑA

LETRA PEQUEÑA 

Adecuas tus pasos a los míos, lentamente, 
cuando el rastro no puede perderse,
y porque la levedad del tiempo que pasa,

aveces se hace insoportablemente hiriente,

igual que pesan los segundos anclados.

 

La mañana, el aire, las plumas caídas,
el talento insospechado que seduce,
la vocación de amarnos sin desamparo, 
el prisma que agranda la ilusión,
el torbellino enlazado al silencio,
honda estrella guardada en tu corazón,
como los latidos que arranca el viento
mueren ahogados por la incertidumbre,
encerrados en una celda sin ventana, 
sin fin, titilando en desilusiones inciertas,
buscando la tierra en su forma de ser,
demostrando al mundo que se puede vivir 
bajo el agua abrazados a los peces, 
pausar la respiración, nadar contracorriente, 
buscar una gruta, acurrucarse en el cobijo, 
creyendo que se va a favor de la marea, 
y solapar el acuífero de luz inesperada,  
ante la sonrisa efectiva de la sirena

de escamas brillantes que fragua los ecos

donde renacen las palabras, 
para destejer la áspera piel de la realidad.


Y gritarle al cielo su transparencia aguada,
muriendo a horcajadas, punzados del pecho, 
zanjar el juego intruso de iluminismo celoso,  
ese halo verdadero que establece la vida, 
tú que serías capaz de condenar el universo,
hasta que el vuelo de las gaviotas surque

el cielo elevando el significado de los nombres,

sobre todas las bellezas celestes del mar,
para que tu propósito sobreviviente

no sea una irrealidad inservible,

y nuestras almas la guarida que mantenga

encendida la llama del fuego, y si existe,

arda la letra pequeña y sea estatua de sal,

porque es peligroso asomarse al exterior

sin antes haberse mirado dentro de uno mismo.

 

Poema basado en una idea original de Lola Serrano.

©Lola Serrano y Fernando Novalbos Sánchez

 

ABRAZADOS EN SILENCIO

 

Amor mío, si la noche ha de venir,

que venga y que sea sin nosotros,
y que el albor añil de la mañana,

me enamore de la luz pálida de tu pelo,

para enredarla entre mis dedos.

Si la noche ha de llegar, lentamente,

que no sólo mire el fondo de tus ojos,

esos que derraman su brillo en mi retina

entrañada por tu ventanal abierto,
recorriendo cada milímetro del espacio

de la tierra a la luna, de mi cuerpo al tuyo.

Pero si esa noche ha de estar, estemos,

que no busque tan sólo tu piel,

te tenga dentro de mí,

con su calor que inunda en caricias

el alma del propio deseo, para vivir,

y encuentre el aroma que respiro

sin cesar entre mis sábanas,

que todavía anuncia que eras mío,

y en todo y en nada seguirás siéndolo.

Pero amor, si la noche ha de ser, seamos,

que para eso desembocaste en mí,

y que nos pille lejos del mundo,

solos, lejos de todo, abrazados en silencio.