Las madres de mi pueblo
quieran echar el resto, echando,
fuera de sus camisetas, el balanceo
utópico de sus tetas prehistóricas.
De amnesia en caricias, van servidas,
y encuentran en los hoyuelos de los hombres
mal vestidos, su propio embrollo sostenido
con sujetadores empacados.
Que eso, que pretenden foguear
y desanimar al más pintado, echando
fuego por la lengua, quemando sostenes,
y administrando el escaso contante
de sus maridos disolutos.
Y yo, que a ascético no me gana nadie,
ni a eremita tampoco, me gustaría
de todas formas, mirarles un poco los senos,
tan planos y abolidos como en otras ocasiones
en que les solía dedicar versos.
No me asombraría a raíz de todo esto,
que nuestros hombres más varones y masculinos,
tomaran la iniciativa y prendieran fuego
a los almanaques de tías en bolas, que ocupan,
con auténtica belleza y desparpajo, sus talleres
de mecánica.©