Una helada mañana
Es helada la mañana,
aun así, los pájaros cantan;
de mi cuerpo se desprende mi alma
y el viento sopla incesante
robándome a su paso, ¡tan aprisa!
poco a poco tu vendimia,
esa, que fue para mí tan ajena,
tan recóndita, ¡tan austera!
Pasa el tiempo agigantado,
presuroso y en mi fondo
me niego a dejarte,
a perderte, a perderme,
me niego a no verter
con mi sangre ese sueño
que nació una mañana de enero.
En medio de esta extraña alegría
se ahoga mi pecho y las lágrimas
que de nuevo son amargas,
me sentencian, me condenan,
al rotundo olvido
del mundito donde fuimos uno
pintado de arco iris el destino.
Cuánto me cuesta
¡oh sí que me cuesta!
arrancar cada milímetro de piel
donde te anido desde hace tanto, ¡tanto!
me cuesta reclamarte cada caricia,
cada mirada, cada pálpito, cada beso,
¡¿y como pretender reclamarte cada verso?!
Fuiste mi noche, fuiste mi día,
fuiste mi sol y cálida llovizna,
fuiste… el hombre de mi vida
pero hoy, mi susurro de amor agoniza.