Danae Beltrán

Te dejo ir

Te perdono.

Tanto daño y no puedo decir que tú lo causaste.

Un par de semanas me costaron, y un par de meses más para superarlo.

Eras feliz y yo no podía decir lo mismo.

Lo más dificíl de soltar son los buenos momentos. 

Todos tus defectos me obligan a dejarte ir,

y tus errores me hacen jurar jamás regresar a ti. 

Pero son las risas en el recuerdo, las largas caminatas, y aquella charla tan amena. 

Todo aquello es lo que no quiero soltar, y sólo siento como me corta el aliento. 

Eres feliz. Me alegro. No puedo decir lo mismo de mi.

Las palabras tienen tanto peso, pero tu no sabías de aquello.

Me dejé caer y ni tiempo tuve de amortiguar la caída. 

Todo lo aposté y todo lo perdí.

Pero, ¿Sabes qué? Nada fue culpa tuya.

El beneficio de la duda es un regalo de más extraordinario,

Y después de darte todo, te lo cedí a ti. 

Dios es testigo.

Caí a sus pies porque ya no me quedaba más. 

La presión en mi pecho me hacía suspirar,

y los latidos de mi corazón me sumergían en la miseria. 

¡Cuantas lágrimas derramé y tú no lo sabías!

Estaba en la cima del cielo. Una nueva experiencia se abrió ante mis ojos. 

Los días lucían más alegres, y el tiempo se podía saborear más despacio.

La sonrisa se abría entre mis labios. 

¡Aquello es lo que no quiero soltar!

Y al encontrarme en lo más alto, caí.

Sin que nada me sostuviera, impacté hacia el suelo.

Tú ya no estabas ahí. 

Fue tu culpa. Quizás fue la mía. 

El clamor era mi canción de cuna, y el lamento el tormento de mis noches.

Un poco más y ya no estaba.

La oscuridad entenebreció mi visión. 

Toda esperanza yacía en las profundidades del abismo. 

Pero tal cuál el agua se abre paso entre las rocas,

así el amor se abrió pasó entre mi ser.

Hubo un antes y un después. 

No supiste lo que hiciste, ni siquiera por tu pensamiento se paseó la duda. 

Una nueva oportunidad apareció en tu vida,

y de las ruinas de mi ser, construiste tu imperio. 

Agradezco tu consideración al poco afecto que quedaba entre nosotros.

Tú pedías mi amistad, yo estaba dispuesta a dártela por todo una eternidad.

Ahora, como dos extraños, no nos buscamos nuestras caras. 

Te diriges a la izquierda, yo hacia la derecha. 

Conocíamos cada parte de nosotros, ahora nos cuesta el saludo de cortesía. 

Me lo contaron algunos amigos cercanos,

de aquel nuevo amorío que por tu ventana se asomaba.

Linda es ella, tantas cosas que tienen en común. 

Muchos me lo dijeron. Agradecieron de no ver mi nombre a lado del tuyo.

Yo no tenía esa misma convicción. 

Son una hermosa pareja. Sus pasos se dirigen hacia el mismo sendero.

Y mientras tú sigues tu camino, yo voy hacia el mío. 

Aunque dolió, agradezco lo que pasó, 

pero en estas líneas quiero decirte que te suelto. 

Dejo ir todos aquellos buenos recuerdos,

aquellas anécdotas que un día escribimos, 

agradezco lo que hiciste aquella noche en mi cumpleaños,

pero hoy te dejo ir. 

Suelto la herida que dejaste en mi pecho y el hueco que se hundió en mi interior,

las risas, los abrazos y la buena compañía.

No hay un futuro si no se suelta el pasado. 

Incluso si este fue agradable pasajero.

Te prometo que está noche, con el cielo como testigo,

estos serán los últimos versos que yo te escribo.