En la estepa infinita de Natura
se escucharon centauros en tropeles,
que llevaban los ramos de claveles
a rendirle tributo a tu figura.
Galopaban airosos la llanura
con sus liras forjadas de laureles;
y tañían sus versos a graneles
empapados de luz con tu hermosura.
En las hojas, bañadas de rocío,
te posabas radiante cual estrella,
despertando de Orneo el albedrío,
cuyos ojos brillaban cual centella;
pues sentía de amor el desvarío;
¡observando de ti, tu imagen bella!
Autor: Aníbal Rodríguez.