Alcanzaste una meta, hijo querido;
me tienes agradecido, orgulloso,
el triunfo logrado resulta honroso,
porque el sacrificio te es retribuido.
Estos versos escritos de padre a hijo,
pensados con lágrimas de alegría,
mi corazón loco de algarabía,
siempre está presto dándote cobijo.
Dios ha sido bondadoso contigo,
ha guiado siempre tu vida, tus pasos,
la meta alcanzada es el fiel testigo,
que me ha llevado a escribir con parnaso,
los versos que siempre estarán conmigo,
para bendecirte y darte mi abrazo.