En la orfandad de mis años, las memorias son caricias en el aire.
Evocaciones piadosas, olores que se respiran como renaciendo.
Fugacidades, desvaríos, que surcan la esfera para volver a ser joven.
Esplendor de la dicha, como un poema a la vida.
¿Dónde acabará este viaje, en que paisaje terminara el camino?
He pregonado la luz, he proclamado el canto.
He asumido la gracia de propalar los amores.
He vivido a la sombra de la pasión sin favores.
Qué recordarán de mi viaje, acaso la entrega, el valor, el coraje.
O la mano extendida renaciendo contigo.
Acaso al amigo, que ha vencido el olvido.
O la intrepidez derramada para vencer los quebrantos
He reconocido mi humanidad, fugaz, perecedera
En la inclemencia del tiempo he forjado la templanza
He asentado el deseo de vivir sin censura
Y en la quietud de mi alma, vuelvo a ser quien antes era
Niño quizás, adolescente, quimera
Joven que, al amar, fue entrega y espera
Hombre que, al brindar, encendió la luz y la hoguera
Provecto que al encanar es realidad, es voz, es poema