Tarde me dí cuenta
Que no debía siquiera
De soslayar una mirada.
No ... no debía de mirarte.
Desde la obstinada proterva
Una voz me condenaba.
La sangre se desgarraba.
Una pena me destrozaba.
Un infierno me calcinaba.
No me podía sostener.
No sabía donde iba a poner
Todo el amor que me sobraba.
De: Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú.
D. R.