Risas contagiosas
que anhelan un mañana
nunca sucedidas, ni en
gloria ni en despensa alguna.
Miren las flores de mi lengua,
palpitar al unísono con el canto
de mi idioma, sólo sombras.
Sí, sólo sombras, ruinas, y
entremedias, moribundas paredes
que alejan al amor como a un espectro.
Quedan en este corazón
turbulentos recuerdos, noches
preciosas, una especie de liturgia
celebrada en su honor.
Pero, si miro más adentro, observo
que el latido no paró, ni murió el deseo
¡de un nuevo mañana, de un nuevo amor!
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