Los abrazos que recibo
entre amigos de la infancia,
parientes que reconozco
aunque envejezcan sin miedo
y multitud de cariños
que crecen bajo mi abrigo,
forman los ramos de flores
que reciben mis suspiros,
mis anhelos con mis ansias,
mis rezongos al camino,
mis sueños sin esperanzas,
las estrellas que me guían
en las noches desveladas
y obligaciones sin pausa
que se llevan mis quejidos
en zapatillas gastadas,
mis hombros siempre cansinos
y mis pies enegrecidos
que se esconden en rincones
en el avión que nos lleva
para volver a la casa,
bailan con mucha alegría
a pesar de la nostalgia.