Alberto Escobar

Vivo en un Velázquez

 

 

 

 

 

 

 

 

Delante, a cinco metros, las manos a los costados.
En la antípoda, él, pincel en mano, recta su mirada
y de soslayo cuidando de su labor.
Acerquéme hasta rozar los dedos sobre una cartela
que rezaba: \" Las Meninas, 1656\".
Acaricio, a riesgo de sanción, una moldura del marco.
De sopetón caigo entre la algarabía de las niñas,
el maestro me ubica en la escena pronta a ser inmortalizada.
Nos reconocemos en el paisanaje, y entre risas me invita a subir.

Bonito lugar el Alcázar, no alcanzo a acostumbrarme a sus protocolos
y a sus olores.