Casa vacía
que otorgas y estremeces
con tu sonrisa.
Fuiste refugio,
un nido de familia
y mucho más.
Alguien recuerda,
de pronto, tu figura,
ya muy lejana.
Desde los mares,
bien eras recordada
y hasta añorada.
Esa cocina,
la lumbre y el ambiente,
con la comida.
Y la familia,
la sangre con los sueños
que contenía.
También, en ella,
estaban las sonrisas
y tantos besos.
Tiernas figuras
que evocan las paredes
y los recuerdos.
Ojos y labios,
buscándose y amando
con gran ardor.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/11/19