Vivamos, amada mía, el mundo de los sueños,
ese universo donde a nuestros oídos no llegan
los vanos alaridos de los que aquí se quedan;
vivamos solamente para nuestros ensueños.
Vivamos en el éter, alegres y risueños,
donde las banalidades penetrar no puedan
ni los vicios y maldades de este mundo accedan,
del que tan sólo nosotros dos seamos sus dueños.
Alejémonos del sórdido y mundanal ruido
que tanto lacera nuestros frágiles sentidos
y a nuestro sensible y aéreo espíritu lastima.
Sigamos la senda de los sabios que han sabido
alejarse del mundo y de sus sinsentidos
para elevarse a la más eminente cima.
Suspiros y sueños de amor