Desnuda estarás,
copiosamente débil,
pesarás lo que el aire
elevado en el agua;
brillarás fragilmente,
y allá en tu tormenta,
se encenderá una fragua
donde enjuagar mis ojos,
que nítidos de besos,
se irán ralentizando
en cada detalle
de tu fogosidad.
Abrirá tu boca
el eco de un suspiro,
denso en su desenfreno,
que llegará trotando
desde tu vientre
de sudores guardados;
se volcarán de golpe
tus labios a los mios,
buscando pretextos
de distintos sabores,
y en un paisaje oscuro,
se escucharán temblores
de vidrio y porcelana,
llevándonos a un tiempo
de suma claridad.
Reanudaré en tus senos
la ruta de la seda,
bajando por los puentes
que tú me mostrarás,
y en tus muslos callados,
redondeados de esmeros,
se prenderán de golpe
cientos de sensaciones,
que mi boca pastando
desencadenará,
y en una marcha lenta
nos iremos mezclando,
como un río sin dueño
que se apresura al mar.
Eduardo A. Bello Martínez
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