Alberto Escobar

Topus Uranus

 

Las sienes se me confunden.
Soy yo o es mi circunstancia
lo que me descabala.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


En mi oficina, que es grande y diáfana, se dispersan a modo de enjambre
unas pantallas muy chics donde se nos anuncian ciertos mensajes,
unos comerciales, otros adoctrinadores, sobre las bondades que la empresa,
una multinacional de muchas norteamericana, precipita sobre el subconsciente
de los paganos que día a día nos partimos los cuernos de la abundancia.
En estos últimos días se nos pregona, con tonos rojos y blancos, que trabajamos
en un gran lugar para trabajar, \"Great place to work\" para ser más exactos con la
génesis de la cantinela ovejeante, cuando nos las vemos y deseamos para que los
sistemas informáticos no se desmayen en plena locución propositiva de algún cliente
que amenaza con cortarse las venas a lo bonzo.
Por arte del misterio de Santa Teresa de Jesús, esa que dicen que hablaba con Dios
después de dos caladas de marihuana, se me vino a las mientes las esencias que
el bueno de Platón destilara en los albores del saber.
En su archiconocido \"Mito de la caverna\" de su no menos célebre diálogo republicano,
preconizaba a modo de bandera el doble estadio gnoseológico que adorna nuestros
sentidos, a saber: el mundo de las ideas, el verdadero, y el mundo sensible, el de las
sombras, el embustero, engañoso, el puto ladrón de conciencias e ilusiones que
tiene por bien rodearnos; que ha encontrado, como por arte de birlibirloque, un
aliado de lo más molón: las redes sociales.
Que bueno, a donde voy es que, con el rollo este de los mundos virtuales estamos en
pleno diálogo con los diálogos de Platón, mira tú por dónde; vamos para arriba y para
abajo restregando el barro de nuestros pies por el foro de la Atenas de Pericles donde
Sócrates y su compañera Ironía hacían furor entre la juventud ateniense.
Ahora, y cada vez más, oscilamos entre dos realidades: La verdadera, que parece ser la
que nos venden a través de las fibras de vidrio, y la falsa, que es la de verdad, la que
creemos que no interesa a nadie y que por consiguiente debemos guardarnos en nuestra
faltriquera a menos que nos muramos de pena sin likes que echarnos a la cara.
Así estamos...