Hijo mío, has cambiado el ritmo de mis días,
Prácticamente he renunciado a mi rutina,
Por hacer más cálidas tus mañanas frías,
Y despejar tu camino de neblina.
Eres el milagro que Dios me ha regalado,
La bendición que debo cuidar diariamente,
Tú, mi ángel que del cielo ha bajado,
Para darme felicidad infinitamente.
Te amo, porque eres sangre de mi sangre,
Me das vida con la pureza de tu sonrisa,
Te amo por el simple hecho de ser tu padre,
No quiero que el tiempo pase de prisa.
Estaré contigo porque te quiero y te necesito,
Estaré cuando crezcas y un consejo pidas,
No sé si lo sepas, pero te lo repito:
Que yo te amaré más allá de esta vida.