Estos días han durado algunos siglos en mi piel, en mis ojos, en mi pecho.
Deseo se acaben, o acaben conmigo.
Pronto el tiempo toma ventaja sobre mi y sobre todos nosotros, hace de las suyas, como el amo supremo de la vida sobre la tierra.
Pero el tiempo en el espacio se reduce tan solo a una variable circunscrita al ojo del observador.
Vaya ironía de la existencia que condena a los seres de este planeta. Vaya bestia que nos convierte en máquinas con fecha de caducidad.
Porque ese monstruo que me arranca la carne a tajos y cuenta horas, no es más que una ilusión de la invensión colectiva de la que pintaba Magritte.
Y si usted me descubre, ser supremo, reencarnando en alguna estrella, por favor conviértame en una onda y que me apague yo con el silencio. No permita usted que mi espíritu se extienda en el espacio, yo, prefiero desvanecerme como lo que más he amado, un rozar de las vibraciones hecho canto.
Estos días han sido una bomba inmediata en mi cabeza, uno, dos, tres y antes de llegar a cinco estallé. Una fantasía que se destruye y se reconstruye antes de chocar la noche con el día.
Deseo que me toque un hada y me despierte del sueño infinito al que se ha conferido mi vida.
Que me trague o que se adentre en mi, que haga lo que sea necesario, que me arranque los ojos o me ayude con mi deficiencia visual porque este vivir como topo me está costando la vida.
Vaya que ironía de mi pobre existencia, si al venir del futuro no tengo más que ceguera, cuál será mi propósito en esta tierra.
Que si al tener una voz, solo puedo gritar para adentro, que mis pies solo sirven para girar en círculos y no avanzan hacia ningún lado.
Que al tener amor corriendo en mis adentros no puedo más que alimentarme de nadas recurrentes y disonantes.
A quién le delego mis poderes, para recostarme sobre la paradoja de esperar, al señor tiempo.