Dan Horruytiner

El cielo ha muerto

No es el fantasma que añoras

sólo es la silueta de un extraño

la llama qué ya no quema:

Un susurro que no otorgará otro poema.

 

El astiado olfato ya no te busca rosas,

en cada lágrima que donas

sólo se combustionan las caricias

ni se perdonan las cenizas

 

se deslizan los hilos grises

que cautivos siguen al frío analista;

caen las hojas de tabaco triste

ésta mirada ya no te pide pista.

 

Y los violines rojos se derraman

y las palomas negras se colapsan

el aclipse denso se monta a un mito:

que la historia viene y te desarma...

 

Jamás regreses a la flor no-nacida,

báñate con la sangre del sol,

caliéntate de la fusión del corazón

de tu leyenda con la mía.

 

(Tus siluetas se hacen muros con el tiempo,

en éste laberinto no me encuentro 

cada sombra que dejaste se hace zanja,

sólo un salto en el abismo pondrá mi carne sana)

 

No estamos perdidos:

sólo no no vemos

No somos agenos:

es que del no-lugar partimos 

 

Ésto no es un infierno,

solamente: el cielo ha muerto.