Miró el viejo árbol, el desnudo esqueleto:
caduco, despacio va desprendiendo
las capas que un día formaron el esbelto,
brillante y hermoso tronco.
Ahora las ramas caen lánguidas,
no le quedan fuerzas, no le quedan hojas
todos lo miran como algo decrépito,
es la vejez, el tiempo que todo lo come.
Ya no da ni sombra, cuando el sol sale
lo acaricia tímidamente y solamente
una larga y espantosa línea asusta
a todo aquel que pasa y mira con timidez.
Me acerco y acaricio su áspera corteza
cruje tímidamente, se cae como si fuese caspa,
debajo todavía la oscuridad se puede ver
sigue esbelto, se resigna a caer.
Tengo miedo que mañana ya no…
ya no le vuelva a ver…
ahora ese color grisáceo, sus ramas,
esas ramas muertas, inertes, que…
que parecen caer, se resisten o quizás
tengan miedo a sentir la soledad del suelo
el silencio y el frío de la noche.
Las ramas desprendidas del tronco madre,
ese tronco que fue su unión,
de ella recibieron la savia, la sangre de la vida
el respirar cada día, y…
ahora lánguidas, muertas, doloridas,
caen despacio al darse cuenta
que esa madre que tuvieron un día,
ya no respira, le falta la vida y…
ellas también van a la deriva.
Higorca