El texto quiérase o no denota
una ideología subyacente
que incluso puede ser contraria
a la que el propio autor cree adscribir,
especialmente,
si ignora cuestiones fundamentales.
Por eso, uno se expone tan crudamente
al publicar,
desde el lenguaje, la precisión,
los usos de él,
advierten al lector
sobre el escritor.
Ahora, como el proceso de lectura
es sumamente difícil,
el autor pasa desapercibido;
pero, se salva de ser descubierto in fraganti,
no por una cualidad de ocultamiento,
sino que por torpeza de quien lo lee.
Hay tantas evidencias en un texto,
que es posible reconocer
características individuales del editor.
Proust, se balancea a través de los tiempos
de su memoria
con un detalle exacerbado
mostrándose en toda su magnitud.
Rousseau, genial, manifiesta su paranoia,
egocentrismo, debilidades en pocas líneas.
Sin embargo; para adentrarse
en profundidad,
requierése la lectura del total
de la obra.
Elucidar integramente a Balzac,
es una epopeya.
Pero a los más, dos palabras
lo retratan.