Después de nuestro silencio de remordimiento,
se quedó persistente un amargo sabor de pena,
en el sotavento de miradas de soslaya,
cada uno de nosotros
impotente a quitar la escarcha
sobre las sábanas de nuestro lecho
Trocamos nuestras almas por acrimonia,
para despilfarrar el lucro en nuestro orgullo,
que al lavar sus manos en inocencia
nos privó de nuestro baluarte,
nuestros castillos de nubes se derrumbaron,
socavados por nuestro propio terquedad
Nuestro barco de fantasmas a la deriva flota,
de cólera la brújula al agua la tiramos,
las coordinadas en tumbas de egoísmo enterradas,
esperando la sabiduría del perdón, un bálsamo
se dice, que hasta las más profundas
y viciosas heridas cura
David Thorpe ©®
El cuadro de propio pincel