Uno no escoge aburrirse,
enamorarse,...
¡sucede!,
no se sale de esos estados
por voluntad propia;
quizás, a través de la conscienciación
se capta del tedio:
el vacío existencial,
la inocuidad del ser,
la experiencia de hacerse uno con la nada;
la circunstancia del hastío
no debe confundirse con la depresión,
porque distinta de ésta,
no es el sufrimiento
de vivir,
que cae en el plano de las angustias,
tratable mediante tratamientos
psiquiátricos y psicoanalíticos;
¡no!,
es una cuestión pasajera
de encontrarse consigo mismo;
es decir, con nadie.
Esta suerte de hastío puede surgir
en los más sorprendentes momentos;
siendo un remezón,
inevitable,
necesario,
y punto de encuentro
o de inicio
crucial
para el alma profunda
de una nueva etapa
o de un cambio radical.