En el viejo hervidero de sangre
la campana se murió, y quedó llorando.
Pedazos de rio se llevan la sangre a otras ciudades
manchando gárgolas y niños.
¡Procesión de ensueño, al paso de galopantes revoluciones!
La multitud festiva cosecha sangre
los acompañanan las viejas en grueso batallón
con la condición errante: malabaristas de vino, pedantes, asesinos...
Toda esa sangre grasienta y herética oculta las verdades feroces, o las expone.
El palacio ocioso, la curtiembre
las antiguas almacenes
los hostales llenos de hojas...
El rio va lavando
manos y cuchillos.
Y el prostibulo lleno de rosas
las terrazas llenas de amantes.