Más sangriento que el fuego
son tus labios que costura
un nuevo corazón en mi costado;
Se ha vuelto dulce el aire
de mi congoja
mientras se desata en tu rostro
el color de la primavera;
Se ha vuelto sabana mi piel
para recibirte.
Es poco espacio lo que queda,
entre nuestros cuerpos,
cuando nos juntamos
y estrechos los caminos de nuestras venas
para dejar de ser dos,
solo uno, como el aire
que nos prestamos,
cuando nuestros ombligos se juntan
en el lugar preciso.
No me preguntes donde está mi corazón
cuando no estas, no me preguntes
de mis manos
que en las horas vacías se ponen detrás de mí;
No me preguntes como estoy
cuando no estas,
cuando estoy solo, hundiéndome en la tierra
en silencio
con los ojos cerrados, llenándome de ti.