Por los tejados del alba se aleja
la marquesina de un triste autobús,
con los muchachos jóvenes que miran
el vacío en sus recuerdos. Ciudad fría
a la luz de un colegio, candidez
de lo querido y risas descaradas
en el verano de mi juventud.
Pienso en vosotros, rostros naturales,
ojos negros de un tiempo adolescente,
país de la luz perfecta y las heridas
por las baldosas de un amor pasado.
Más allá de la canción inexperta
de un largo lunes con lluvias sin fin,
miro las tapias del día, rescatando
un grano de lujuria casi muerta,
pasiones en orillas muy lejanas
donde mi vida se fue deshaciendo.
Con ganas de sentir la realidad,
recorro un cielo de balcones rotos.
Todavía quedan restos de calor
por los pasillos del tiempo, el cauce
de los horarios, la luz de las tardes.
Fotografías que abrazan despiadadas
paraísos o derrotas sin destino.
Memoria de la infancia, patria limpia,
historia que sufrí por estas calles
con la paz de los barcos en invierno.