Cargo la culpa al tiempo,
que me impidió tenerte,
pero no quererte.
Que no dejó a mis manos
acariciar tus heridas
y tus alegrías disfrutar,
pero sí tu voz escuchar
y deleitarme con el lenguaje de tus ojos
surgidos del mar.
Me faltó tiempo para acercar
mis labios a los tuyos
y dejarme mecer en su frescura.
Me faltó tiempo,
para mi amor confesarte
y detener la ausencia
que inexorable sucederia.
Ahora el tiempo me sobra
para pensarte y llorarte,
para anhelarte con el ansia amortiguada
por la existencia pasada.
Para buscarte cobijo en mi alma
y dibujar un “te quiero”
en la escarcha del invierno de mi corazón.
Cargo la culpa al tiempo,
que más no me dejó.