“Un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles”.
Federico García Lorca
Seguro que mañana lo vivido
en la distancia de esta tarde gris
está presente,
duele y no se olvida.
Al otro lado de la costa, miro
tus ojos de rebaja,
la luz sucia
de los otoños en el mar,
su pálida
arena,
como sombra que levanta
los años de mi vida.
Tus muslos,
cayendo con deseable instinto,
tiemblan,
brillante su reflejo sobre el agua.
Quisiera haber estado aquí otras veces,
en noches largas y mañanas lentas,
desnudas de horas tristes,
perder todo
mi tiempo sin negar lo que te dije.
Pues cuántas veces lo busqué,
más joven,
tu luz en la bahía de los sentimientos,
las claras tardes son sol infinito.
Veranos de este cielo solitario
que se hunde en los horarios del olvido.
Vayamos lejos,
a un mundo de ríos
quebrados y distancias inasibles.
Entonces, como pájaros lejanos
que escuchan el silencio de la noche,
me vuelves el hermoso rostro. Es tarde,
tal vez, igual que en tantas ocasiones,
ya no nos sirve estar aquí.
Amor mío,
tú buscas ese día que pasó y muere
allá en el fondo,
en tu dulce sonrisa
de veinte años.
Contra un muro azul,
contemplo las palmeras con insomnio,
los hombros del pasado en ciudades
sin deudas ni rencillas con nosotros.