Benjamín Díaz Castañeda

ESCLAVO DE UNA SONRISA

 

Ayer en la multitud vi una sonrisa,
posóse sobre mi cuerpo en tierno abrazo,
cobijándome suave como esa brisa
que al final del día llega sin retraso.

Era a veces curva, otras veces lisa,
parecidísima al delicado trazo
que un dibujante con precisión desliza
bajo el sutil movimiento de su brazo.

Esa sonrisa ha sido mi rendición,
mi crucifixión y mi resurrección;
incrustada la cargo entre sien y sien.

No conozco a la dueña de la sonrisa,
lo que sin duda me causa mucha risa
al verme prisionero de no sé quién.