Qué boca, qué luz,
simétricas dispersiones,
en las cavidades convexas,
donde transcurren infinidades
demolidas por la construcción
de un simple ábaco.
Qué luz milagrosa
qué ámbito coronado de plumas
qué silenciosa destrucción de muros,
equidistantes del mundo por su propia soledad,
en qué distinguida sonoridad de labios,
se produce el beso de pan de la mañana ardida?
Oh cenizas, hueso del daño, de la implacable
indagación de un torso sin sueño, oh, cenizas,
sí, de las cimeras cúspides insolentes!
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