Aquellas canciones
que resuenan
en la garganta
de las afortunadas
se oyen mudas.
El eco de tus voces,
arrancó a dentelladas
atmósferas desnudas
que cubrían,
tu pecho de calma.
Los tiempos
me recordaron
quién sufría ahora;
atravesada
encarnizadamente
por espadas
de zafiro y diamante.