Sola, en la noche,
la luna por la playa
se paseaba.
Sola y despierta
miraba la gaviota
al horizonte.
Sola, la arena,
de noche se bañaba
con la resaca.
Gime muy fuerte
el viento enloquecido
del temporal.
Chillan los pinos,
también los eucaliptos,
malhumorados.
Y grita el alma
con llanto silencioso
y con dolor.
Besos y rosas,
decía aquel cuaderno
que tú leías.
Y te besé,
dejando entre tus labios
algunas rosas.
Tomé el cuaderno,
estaba con tus rosas
y con mis versos.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/11/19