Noche a noche he sido mudo testigo del horror absoluto con tus poemas blasfemos, decesos pequeños y resurecciones horrendas, amor y lujuria a nuestro lado caminan, por los bosques fértiles de locura estridente, y poco a poco vamos sembrando vientos y lágrimas en las barrancas de nuestros pecados, cosechando intensas tormentas entre la redención húmeda y entropica de nuestros más oscuros deseos, dichosos malaventurados, entre el amor y la carne, entre lo sublime y lo mundano.
Eternas lunas.