Creemos muchas cosas y en muchas cosas estamos equivocados.
Al igual que aquél granito de arena, que creía ser alguien por hacer parte de un inmenso universo.
Se sentía importante e imprescindible, por guardar narcisismo en sus sueños.
Un granito de arena Infeliz, que se sentía incomprendido. No lograba entender como los demás, no se daban cuenta de su exótica belleza y complexidad.
Por las noches ya no saludaba a la Luna, y por las mañanas tampoco saludaba al Sol.
¡No existía buenos días!
Aprovechaba las fuertes corrientes de la mar, para alejarse de la orillas, y en vano era su esfuerzo, pues las olas siempre lo regresaba junto a las demás arenas del mar.
El granito de arena pensaba angustiado, que toda la naturaleza estaba en contra del, pues; Junto a las demás arenas en la orilla del mar, solo servía para ser hollado por ciegos de la vida, incapaces de percibir su tristeza y cansancio al ser pisoteado.
Soñaba ser como partículas de flúor, para evaporarse entre aguas de la mar, y así volar entre las nubes de color algodón carmesí abrazando al bravo sol.
Envidiaba las aves por tener alas, al arcoíris por los hermosos colores, y a los hombres por su capacidad de llorar aliviando así sus penas.
Soñaba tan alto, que al mirar hacia abajo, lo que más deseaba, era desaparecer.
Llegó agosto, y el Sol, viendo tanta tristeza en un solo granito de arena se compadeció del, y desde arriba, en reunión con Luna y Estrellas encontró una manera de ayudarlo. Lo llamo por su nombre y le dijo:
Silicio y Caliza se hicieran tan amigos, que en una mañana singular, el Sol observándoles emocionado desde arriba, desprendió de sí un calor tan majestuoso, que logro fundirlos en una misma materia especial, tan especial que a través de ella, todo se podría verse en total transparencia y en todos sus detalles.
El sol les ha llamado vidrio...El que puede traspasar la imagen de cualquier ser, en honestidad. Sellándoles la unión, con un decreto de maldición;
Quien intentara romper el vidrio, se harían daño en sangre expuesto o tendrían siete años de maldición.
A final, el granito de arena que se creía ser alguien, no era alguien, y si era algo en quien alguien se podría reflejar.