Y en esta ola de silencio
donde las carnes tristes y rojas no dicen nada,
tú yaces tras la pared negra; tú.
Tú escondes mi caudal; tú.
Tú escarbas en la tierra y me haces hueco.
Allí espero, mientras mis ojos tumbados
ven tus faldas revoloteando junto al viento lejano.
Yo aquí, esperando;
necio,
sordo,
enterrado sin tierra en la que llorar.
Mi recuerdo intenta imitarme en otras noches,
me sacude el alma con tu cabeza al vuelo,
con la certeza de un suspiro añejo,
con tu olor aleteando cerca;
tu pelo.