Dicen por ahí
que el amor verdadero no existe.
Que los hilos rojos
son los que más fácil se rompen
y que he tenido que ser muy ciega
para no ver venir la tormenta
que provocaste en mi vida.
Pero yo creía en el amor
y ate ese hilo tan fuerte
qué ningún huracán había podido con el,
hasta que tú... decidiste desatarlo
y agarrarte a otro meñique.