Mientras intentaba no quedarme dormido, me fijé en la oscilación de las manecillas del reloj, que marcaba las 11 de la noche y algo más, es de noche y tengo frío, la manta que me cubre no es suficiente para calmar la noche enfurecida.
A veces lo es el llanto.
Al cerrarse mis ojos, intentaba no pensar en lo que hay detrás de esa puerta del armario, siempre se nos dijo que los fantasmas, al igual que los monstruos, no existían, pero detrás de la puerta de metal, vivía el reflejo vivo de un corazón oscuro, un ser lleno de odio, ira, y maldad.
Silencio.
El reloj marcaba las 11:47, y en el piso escucho un ruido familiar, quizás desperté al monstruo con mi llanto dormido.
Vi cómo se acercaban las sombras, acompañadas de una sinfonía de gritos e insultos, era él.
Y mi intento de volver al sueño fue menos que inútil, me atreví a abrir mis párpados de infante, y me encontré con los ojos, la boca, el ceño fruncido, el puño cerrado, y finalmente, con el dolor.
Por piedad, si me estés leyendo, y a la vez no, ayúdame, ya que el reloj marca las 3 de la mañana y algo más, ayúdame por favor.
No más por favor, no más por piedad.
Eternas lunas.