Los que se aman oyen por las noches
el ruido de copas de cristal movidas por gatos.
Los que se aman acarician en la madrugada
sus tibios pubis con dedos furtivos.
Los que se aman entrecruzan las piernas
como si quisieran abrazarse por siempre
y nunca ser encontrados por nadie.
Los que se aman inauguran por enésima vez
un ritual antiguo e intentan destruir la muerte.
Los que se aman besan sus silencios
y construyen altares con sus nombres.
Intuyen que cualquier día amanecerán
entre la hierba húmeda desnudos
y llenos de cicatrices y cuchillos.
Los que se aman se expulsan
de sus mínimos paraísos
dejando detrás espadas encendidas
y agónicos ángeles de la muerte.
Los que se aman se retiran buscando
senderos de luz alejados de la niebla y el frío
donde sus almas puedan beberse unas a otras.