Te llevo entré líneas ciegas de un escrito invisible, que se parece tanto a ésta caótica urbe impredecible, que habita en las entrañas incesantes de tus pétalos de zafiro brillantes.
Lo escribo sobre papel viejo y delgado, después lo pongo bajo la tormenta, de despedidas, besos y abrazos.
Eres un secreto decretado por Artemisa, guardado en el cuarto aquél, en el que mengua, eres poema que se escribe con estrellas, y que sólo se recita en cosmogonía de lenguas muertas, constelaciones de verbos, adjetivos y sustantivos, de incesantes prosas silenciosas, que se estacionan en la cúpula celeste de tus labios.
Eternas Lunas.