Ella se forjó; desde su inocencia de niña
de la pesca, del rocío
del aceite de maquinaria pesada
de tornillos sueltos.
De sus sueños cuajados
en su mar, en sus vientos
de agua de río, donde la confianza crecía
donde el dolor no existía.
Del aserrín de la madera
de los brazos de su madre
de los cuentos de la abuela
de la selva y sus cantares.
Se forjó; de la tierra y la hierba
de un oasis de paz y alegría
de almas buenas
llevando en su centro la fe asida.
Como un eco que resuena
para guiar almas perdidas
hacía donde se cuecen las ganas
de erradicar del mundo las penas.
Amasando una a una
todas las nostalgias
para que con un abracadabra
la felicidad se expanda.
En ojos que miren
con ternura y cortesía
con honestidad y tolerancia
y al amor cuiden.
En manos que sean tibias
que le hablen, que acaricien
a los espíritus que se encuentran
buscando ese blanco hilo.
De donde la paz cuelga
con canto de mirlo
y sonrisas frescas
donde podamos unirnos.
Se forjó; de la nostalgia, de lágrimas quedas
en su almohada y el silencio
del dolor intenso
de la angustia que en su corazón ardiera.
Pero de su soledad aprendió
a ser su propio brasero
porque ella se forjó
de muchos te quiero.
Yamila.